domingo, 28 de junio de 2009

Sigue el problema de la hoja en blanco

Algo más sobre la hoja en blanco.

(por Ariel Wackenroder)


Es excelente saber que se puede saber más. Para saber más es preciso estudiar algo en forma precisa. Sin prisa ni pausa. La causa está en el cauce que toman las palabras. Las armas de la luz son las letras que se redactan en la sombra de la oscuridad de la noche.
El lector sabe que algún día se convertirá en escritor. El que no sabe esto no será escritor. Será lector eterno. Se irá al Averno. Todo lo mandará al cuerno. Al cuerno de la Luna cuarto creciente, hecha despaciosamente, luego de transitar el novilunio en Junio. En este mismo mes en un lugar del mundo es invierno y en la antípoda, verano. La mano del redactor sigue oprimiendo el botón de muestra. Demuestra que lo que hay que hacer es seguir completando la Hoja en blanco. Se ha dicho ya que el problema se lo crea el propio autor. Y se lo resuelve en un soliloquio de palabras que van “transitando el tiempo” (Gómez Masía), y también, rellenando el espacio de los intersticios de la Hoja, como la foja cero del Juez de Instrucción. La sensación de frustración no cesará pues la ilusión se renovará ante la escritura caprichosa, como se la ha adjetivado en otro lugar. El tiempo en movimiento dice relación con algo que es más que el mero tiempo. Es el agregado a la pieza que faltaba a este mosaico. Es laico, no a la manera del “laicista” sino en el sentido de lo “no colegiado”, del Episcopado. El resultado será entonces un desembocar sobre aquello que está en la cabeza del intérprete que tiene que tener una guía para poder entender, o mejor, discernir, qué es lo católico de lo caótico.
Lo gótico se ha desfigurado en la imagen de un comic, a diferencia del secreto de la construcción de las Catedrales. Todavía hay mensajes cifrados, libros miniados.
El objetivo es apuntar algunas ideas para desentrañar un enigma, a saber: de cómo puede hacer la mente para entender lo que solamente el escritor quiso decir, sin omitir, pero con emitir frases que parecieran estar disponibles a la libre interpretación del lector, encontrando en las palabras algo que no pensó el escritor.
De la misma manera se opera con el modo de la pintura abstracta. El interesado ve formas que el autor de la obra no plasmó a conciencia. Pero se las reconoce como válidas, como descubrimiento de algo tal vez más rayano en la subjetividad del contemplador. Me contemplo a mí mismo y me contento con esta página, hoja o foja.


Dado en Florida Este, el 27 de junio de 2009.